martes, 22 de septiembre de 2009

Desde casa, hasta acá.

Desde casa, ideología, idiosincrasia bien hogareña que no se puede cambiar ni se puede rechazar, se incorpora sin piedad. Ideas, pensamientos, valores de mamá y papá, con los que desde chico he convivido, crecido, como si fueran otros integrantes de una gran familia.
En casa aprendí que no debo jugar con fuego ni se debe bromear con cosas serias. Aprendí que hay que cuidar el cuerpo y que cada pitada te lastima por dentro. Aprendí que con esfuerzo todo se logra y que de esperanza jamás hay que carecer. También aprendí, cómo olvidarlo, que los ancianos representan la experiencia más grande y que engañarlos solo sirve para mentirse a uno mismo. Aprendí que las malas palabras son malvadas de verdad y se curan con dosis de pimienta, y que a mamá no hay que maltratar. Aprendí que, todo pobre lo es porque se lo buscó y jamás quiso dejar de serlo. Aprendí que la policía solo es mala con los malos y que los médicos pueden hacer milagros. Aprendí, ya a los dos años, que las ganas de vivir pueden vencer a la muerte y que el miedo y el llanto no me servirán para ganarle a los problemas. Aprendí que los grandes tienen peleas y solo son cuestiones de ellos, y son ellos mismos los que pueden hacer ciertas cosas que los niños no, como también que el alcohol es malo si no es de buena calidad. Aprendí que no debía hablarse mal de alguien sin que esté presente, y que "si te portas mal te lleva el cuco". Aprendí que la mentira tiene patas cortas, que son una señal de pleno desconsuelo y miedo, y con ella solo se llega a la verdad, tarde o temprano. Aprendí a compartir, a dividir, y a no envidiar los chiches de los demás. Aprendí a vivir entre ramas, agua y rayos de sol. Aprendí a armar mi propia carpa y no tener miedo por la noche. Aprendí a sobrevivir, a resistir, a ver el mundo desde la cima, y a amar y valorar todo el verde que me rodea. Aprendí muchas cosas. Demasiadas cosas, que son imposibles de enumerar. Aprendí tanto, que tuve ganas de seguir aprendiendo. Pero en casa ya no había lugar para uno más. Y debí salir, conocer, investigar.

De repente, todo lo que había aprendido no me sirvió más, el lugar no era el mismo, ya nadie vigilaba que no meta los dedos en el enchufe, ni que le pegue a mi hermanita. Tampoco controlaban que coma toda mi comida, ni que haga mis tareas. Mucho menos me tapaban por la noche ni me besaban la frente. Nadie me lavaba la cabeza con shampoo que no hacía picar los ojos, ni me levantaba con el desayuno servido. Ya nadie me llevaba al cole, ni me ordenaba los juguetes que ya ni siquiera usaba.
Aprendí entonces, que tanto había aprendido, que era el momento de conocer el mundo, una vez formado, una vez educado, una vez, demasiado estructurado.
Entonces me encontré con un mundo muy diferente al que me habían enseñado, al que me habían mostrado, y comprendí que era el momento de dar un nuevo primer paso.

El mundo me mostró muchas cosas: cosas que ya sabía, cosas que no entendía, y cosas malas que siempre me habían indicado rechazar.
Era el momento de convalidar, de criticar, de razonar y de comprobar, qué tan ciertas eran esas cosas que me habían inculcado, que tan valiosas eran, que tan acertadas estaban.

Desde ese momento fui feliz. Vi cosas que jamás me imaginé, vi porquerías de las cuales jamás me habías hablado, entendí que los niños no venían de un repollo ni de una semillita de papá.
Fue entonces, cuando puse todo en duda, y quise comprobar cosa por cosa, caí, tropecé, admiré, me asombré y valoré.
Quizás probar todo no era el camino perfecto, pero si hice lo que hice, solo puede ser porque cada cosa de esas son las que me conforman.
Entendí que realmente cada pitada lastima, saca el aire, y vi frente a mí la adicción que esta provoca. Aprendí que las malas palabras solo representan guerra, bronca, dolor y muchas otras cosas que jamás me interesaron. Entendí que para la pobreza si hay remedio, y que en la miseria se pierde la esperanza. Aprendí que la policía es un negocio más y jamás se puede confiar plenamente en ello. Sostuve que el llanto y el miedo no logran nada, pero muchas veces pueden convencer. Sentí que los grandes tienen peleas, que representan sus problemas, y afectan a los más chicos.
Entendí que cuando te portas mal no existe un cuco que te lleve, o mejor dicho, existe un merecido que te espera.

Es que tanto rechacé, tanto preferí, tanto debí elegir, que gracias a todo ello, hoy soy lo que soy, y aún en este mundo, no me doy el lujo de aprender sin criticar, sin ser autónomo, sin reflexionar, ni sin ver que tan bien o que tan mal puede hacerme todo.

Dreadlock.

Amor de primavera.

Siento en mí una fuerza. Siento sobre mí, un tornado, una tempestad, que pronto aclara, y tras un gran arco iris se puede contemplar el sol.
Se siente desde adentro, como un escalofrío, que es seguido de un gran calor que me tranquiliza, me relaja y me alivia.
Siento esa fuerza, una nueva sensación, creo yo que solo puede ser, una nueva atracción.
Siento que congelo pero pronto el corazón se derrite.
Siento que todo es muy frió, hasta que se pone tibio, y luego quema.
Siento que solo ese calor me saca del frío que me rodea.
Siento que solo tu amor de primavera puede hacerme florecer.
Siento, de un solo golpe, como el frío invierno pasa, y con vos puedo ver el sol.

Será que ya son más de las doce.
Será que ya es veintiuno.

Dreadlock.