viernes, 22 de mayo de 2009

Un viejo texto amigo...


Llegó sin avisar, sin pedir permiso, sin tocar la puerta. Durante demasiadas vueltas de agujas del reloj, la distracción me jugó una mala pasada. Criminal inconsciente, me arrebató sin previo aviso, me encontró in fraganti ante las dudas del amor, me aturdió el oído con su aquietante y serena voz, perturbó el recorrido de mi sangre por las venas, me trajo guerra y un acuerdo de paz, me convirtió como en cuento de hadas, de sapo a príncipe y de carroza a zapallo.
Maldita fuerza que cautiva, mi atención en ella sobre todas las cosas. Maldito camino sinuoso el de recorrerla de arriba abajo, que me arrestó entre rejas de cristal. Maldita cercanía de tenerla tan lejos entre escombros y alambres de púa. Maldito egoísmo de menosprecio, el que me lleva a pensar la semilla que soy frente a semejante árbol.
Ella, mi leyenda hecha fábula, mi fábula hecha historia, mi historia hecha cuento, mi cuento de protagonista y testigo. Ella, mi talón de Aquiles y la misma flecha que lo perforó. Hoy es mi inspiración y mi razón, mi preocupación y mi interés, la imposibilidad y mi esperanza, mi amor en un sueño profundo, y mi ser supremo al que sirvo.
Nadie me lo impide pero nadie me lo permite, nadie lo sabe, pero a nadie le he contado, a nadie le interesa pero todos están expectantes, nadie me ha preguntado pero todos lo cuestionan. Es que nada saben de mi, y todo saben de ella.
Aunque a la vez es ridículo, y resulta de un soñador verdadero pensar en que algún instante en este mundo yo pueda ver por una rendija de su corazón. Pero también resulta increíble como es posible argumentar la divinidad superior sin conocerla, solo con verla en un cuadro con gran perspectiva, sin poder contemplar la luz que su alma emite hacia afortunados corazones que disfrutan de ella.
Y es así, como nunca nadie interactuó con un Dios, yo nunca podré estar a la altura de semejante ser divino.

Dreadlock.

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