jueves, 26 de noviembre de 2009

Solo, a los nueve años.

Carita bonita, dulzura del cielo. Carita angelical, milagro de Jah. Carita preciosa, un gesto de amor. Carita inocente, un pan de Dios.
Por error en las calles emergió, con su temprana edad, y su inmadurez innata. Alguien le quitó su chiche preferido y sin juego se quedó, hasta que con un arma tropezó.
Nadie sabe el por qué. En verdad, a nadie le interesa. Pero la pelota ya no es su vicio, y entre polvos blancos y pegamentos convive en comunión. Solitario, parece que trabaja. Lo hace sin descanso, se comporta como adulto. No puede evitar detenerse en las plazas al ver a los niños jugar. Imposible no estancarse en las heladerías viendo a los niños tomar esos ricos helados. Parece babearse, pero es su sudor. Descansaba en la parada, mientras venía el 85, esperando encontrar en el, gente buena que le dé unas monedas por su humilde tarjetita que habla de amor. Ese amor que le hace tanta falta.
Sube al tren, pero discriminado, se queda en el furgón, sin ganas de seguir. Llora, cuando nadie lo ve. Llega a esa estación que esta noche de lluvia será su hogar. Amargo hogar. Se acuesta entre otros como él, pero que acaba de conocer, otra vez, sin cenar. Solo. A los nueve años. Estación Constitución.
Llega la mañana, la lluvia ya cesó, y quizás el sol, anuncie la llegada de algo mejor. Pero el único anuncio que encuentra, es el de hora de partida de su próximo tren. General Roca. Un trencito con nombre de prócer. ¡Pobre General!, me pregunto si habrá merecido que su nombre aparezca en vagones de desconsuelo, tristeza. Pobreza. ¿No habrá querido algo mejor, para su nombre, para su gente? El nene corre porque la locomotora ya ha tomado marcha. De un salto, de esos que parece que no se llega, salta al furgón. Un paso en falso y su vida está en peligro. Una mano se extiende desde el cielo. El cielo del tren. Es un señor que le da otra oportunidad. ¿Otra oportunidad? ¿Para qué? Preguntarán algunos…
- Hoy es el día indicado...- le decía un anciano al darle una tarjetita.
- ¿Qué? – Le preguntó… impresionado de que le dirijan la palabra.
- Hoy será un día muy especial… - le explicó el de barba, con cara seria, sin saber que el nene esperaba una simple sonrisa y menos palabras.
El nene, ya no quiere trabajar. Sus ojos ya no tienen ni una gota de felicidad, menos tranquilidad. Siente que está a punto de estallar. A los nueve años. Ya no sabe donde está. El último colectivo lo desorientó. Perdido, con hambre, solo. A los nueve años.
Espera una salvación del cielo.
Despierta. Luego del efecto de alguna sustancia. Aún más desorientado. No despertó dónde cree haberse dormido. Estalla. Llora. Queda paralizado bajo la sombra de una parada de un colectivo, cuyo número no aprendió en la escuela. Hay carteles, pero no sabe leer. No pregunta, por miedo al rechazo. Siempre que alguien se acercó, lo golpeó. Nunca tuvo amor. Ve ese vidrio en el piso. Lo toma, con la esperanza de encontrar lo que busca en el cielo, lo apoya en su bracito. Si no muere de hambre, lo mata la falta de amor. Una mujer se acerca con una nena, luce amenazante. Tiene miedo, tiembla, pero no lo muestra.
Se cansó. Estalla. Fuego en sus ojos. A los nueve años.
- No te acerques… - Dice el nene.
- ¿Qué te pasa? – pregunta la mujer con un brazo extendido.
Le teme. La última vez que le extendieron un brazo, le robaron hasta lo último que tenía: La dignidad. No quiere más. El también aprendió a decir “Basta”.
“Dame la plata o te mato a la nena”. Esas fueron sus últimas palabras, antes de entrar a ese lugar, con personas de uniforme. Lo golpearon. Lo tiraron en el lugar donde menos quiere estar: La calle. Llora. Como vos. Como yo. Y hay quienes dicen… que no se merece otra oportunidad. El no sabe lo que es “merecer”. Solo sabe, que merezca, o no merezca, NO QUIERE, otra oportunidad. Quiere amor, paz, alimento, descanso. Jugar. Como tu hijo, como el mío. Como lo hiciste vos. Como lo hice yo.
Solo. A los nueve años. Estación Constitución.

Dreadlock.

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