domingo, 14 de junio de 2009

Los ruidos de la ciudad.

El tren no deja de pasar y es un avión bombardeando Bagdad.
Automóviles que no dejan de escupir con sonidos muy extraños, ese humo que no permite ver el sol en el horizonte en un atardecer que debería ser romántico.
Las luces que me encandilan, son un techo antes del cielo para que no veamos las estrellas del más allá.
Ya no hay diagonales, las calles con para adelante o para atrás. No vas donde querés, vas donde ellas te lleven.
Ya no estamos limitados por el suelo solamente. También nos limita la altura de los edificios que de solo mirarlos pareciera que van hacía como mostruos del comercio que solo te quieren consumir.
Colores irreales y carteles llenos de mentiras.
Calles sin tierra pero si con suciedad, calles vacías por la noche que se llenan de soledad bajo los puentes.
Un apuro inevitable, una carrera que corremos a diario, por las autopistas y avenidas que solo nos llevan al desespero, furia, muerte, TRAGEDIA.
El verde solo está en el dinero del comercio y no en la naturaleza.
El amarillo representa el oro y la riqueza de unos pocos, y ya no a la energía del sol para todos.
Y el rojo solo nos muestra la emergencia y no el fuego que nos ilumina con calor y amor.

Escapemos al campo mi amor, donde mis colores siguen vivos, y nadie podrá evitarnos la felicidad pura, sana y auténtica.

Dreadlock.

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