lunes, 22 de febrero de 2010

Adultez.

Pensar en estar vivo creyendo sentirse muerto. Pensar en que todo está perfecto viendo las piernas temblar. Sonreír a esas personas hasta perderlas de vista y volver a quebrar. Gritar sobre la almohada para que no puedan escucharte. Reír para no llorar, llorar para no reír. Una duda que es un error, en una vida donde parece no haber tiempo para equivocarse. Cuesta levantarse. Un desliz con aroma a derrota te deja hecho un bollo encerrado en tu cuarto en postura maníaca arrancándote los pelos y las lágrimas no te dejan ver con claridad.
Creemos que al crecer el miedo desaparece. Nos creemos más valientes que ninguno. Demostramos que nada nos importa, somos rebeldes. Pero caemos. Tenemos miedo. Más que nunca.
Todo cambia. No somos el niño de ayer, pero nos encantaría volver a esos tiempos. Siempre quisimos ser grandes, por primera vez no queremos crecer. Los problemas se reproducen, las batallas se lucen en todos sus aspectos. Ya nada nos regalan. Ya todo debemos ganarlo.
Espera, detente, piensa. Así como el capricho y el llanto exagerado jamás nos ayudaron a conseguir nuestros inmensos deseos de infancia, hoy tampoco nos sacarán de los disgustos en la puerta de la adultez.
Calma, tranquilo, busca paz. Puedes encontrar el camino. Solo debes hallar su inicio. Luego el sendero te guiará.
No podes rendirte ahora, has dejado mucho atrás como para dejarte vencer. Pelea, siempre con respeto, generosidad y humildad. Lucha, con toda tu voluntad, tus ansias y tus ganas de vivir. Simplemente sé solidario con vos mismo y con los demás. Valorá y valorate. Recordá que siempre dentro de lo que haces, habrá cientos mejores que vos, pero como vos no habrá ninguno.
No desesperes. Siempre listo para ser mejor. Nadie podrá con vos si luchas por lo que te hace feliz.

Dreadlock.

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